jueves, octubre 12, 2006

Agro-Fiesta

Si lo que cantaba el Koala fue dado en llamarse por la prensa generalista agro-rock, hoy he estado nada más y nada menos que en una agro-fiesta.

Una nave industrial decorada con pintadas en las paredes y un discjockey de pacotilla pinchando canciones de Melody y de Maria Isabel en el Winamp de un portátil conectado a un amplificador lo suficientemente potente como para resultar rechinante.

Decenas de personas con trajes sucios de vino y otro tipo de porquerías bailando al son de la canción de los Gorilas, o aquélla de Coyote Dax que tuvo cierto éxito hace unos años. Nos han dado de cenar: carrilleras con setas. El colmo de la exquisitez.

De beber, calimocho o cerveza, servidos por litros en vasos de plástico. El calimocho tiene cocacola para ocultar lo malo que está el vino. Definitivo: el sabor del vino de tetrabrick del Lidl no se puede tapar, ni siquiera con cocacola. Además, no era cocacola, era Cola del Lidl. Creo que estos alemanes conspiran para destruir nuestra cultura.

Vamos, que ha sido el colmo del glamour. A eso de las 12, la falsa sonrisa que iluminaba mi cara ha decidido marcharse, y al ver que no volvía por si misma, he decidido marcharme yo también, para desconcierto de mis agro-amigos.

Al principio me he dado asco por no ser capaz de divertirme en algo que se supone tronchante y he perdido totalmente la moral y la confianza en mi mismo. Luego, meditando en el viaje de vuelta a casa he llegado a la conclusión de que lo que yo necesito es elegancia. Una cena ligera con calculados contrastes acompañada de buen vino francés (el Rioja sirve como sustituto), unos cubatas que no sean garrafón en un local decorado con gusto y algo de tiempo para descubrir esa increíble belleza que emana de la elegancia femenina serían los ingredientes de una velada adecuada. Cuatro garrulos ciegos de calimocho bailando el Saturday Night en el símil de una fiesta de pueblo, no.

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