martes, abril 24, 2007

Como si esto fuera un diario

Tras unas intensas semanas perdido en la vida intensa de una auténtica diva del espectáculo, llega el momento del relax y la reflexión. Me encuentro en la tercera semana de un nuevo trabajo, que consiste en hacer exactamente lo mismo que hacía antes pero menos horas y cobrando menos (no todo iba a ser jauja). La gente es lo mejor, vaya cachondeo que se respira por aquí. Para mi genio...

Recibimos los dones de multitud de damas: debe ser el aura de semi-famoso asociada a los actores. En concreto, basta con decir que intentas ser actor para que te pongan ojitos. Magnífico, pero salimos del período emparejados, como no podía ser de otra manera para alguien enamoradizo y que en el fondo es poco más que un romanticón.

La semana pasada asistí al primer casting de mi vida. Dudo que me llamen, hay que curtirse más. Pero al menos hemos visto cómo está el percal: para un corto no remunerado, millardos de personas de todas las edades se agolpaban en la puerta como si la fama estuviera tras esa puerta de instituto llena de pegatinas. No quiero ni pensar si pagaran por el trabajo. O fuera un casting para salir en la tele. Totalmente lamentable, y para acabarla de joder, nos salió fatal.

Hemos decidido relajar un poco la marcha porque se nos empezaba a contagiar la envidia del espectáculo, y no, cualquier cosa menos eso. Resulta difícil trasegar que un tipo (que por otra parte me cae genial) patentemente peor actor y bastante más feo que servidor se lleve las miradas de todas las señoritas presentes en el casting. Me da en la nariz que a él si le han llamado, tengo que preguntárselo. La envidia intenta corroerme, pero eso nunca nos condujo a nada. Esto es una carrera de fondo, no gano nada con odiarle. Sólo contemplarle para intentar averiguar cómo carajo hace (porque es que mira que es malo...). Además, no supone un problema ya que competimos por mercados diferentes: él es gay.

Ahora, para que no se vayan de aquí con la sensación de haber perdido el tiempo, les enlazo el último genio al que he descubierto: Imbécil y Desnudo. Y no dejo de recordarles que sigan visitando al Ezcritor con asiduidad. Su experiencia de destrucción narrada en vivo y en directo es el paradigma de una persona-espectáculo que vive únicamente para los demás. Espeluznante y delicioso a un tiempo, francamente fascinante. Fíense de mi, ya saben que Neuromancia sólo les recomienda la mejor de las calidades.

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