lunes, agosto 21, 2006

Bizcochito

¿Alguien se acuerda de aquella maravillosa serie (hasta que degeneró) llamada Ally McBeal? Protagonizada por Calista Flockhart cuando todavía no era anoréxica ni estaba liada con el Harrison (¿porque ahora está liada con él, no?). Era simplemente genial.

Pero no les he traído hasta aquí para hablar de una teleserie americana, sino de mi (¿acaso lo dudaban?). Había un personajillo en aquella serie que empezó como totalmente secundario, pero que progresivamente fue ganándose el cariño del público hasta llegar a hacerse un hueco como co-protagonista, llevando casi todos los casos junto con la inocente Ally. En fin, este personaje (llamémosle bizcochito), nunca se escribía los alegatos, sino que se descalzaba y los preparaba mentalmente mientras caminaba alrededor de una columna.

En ese momento, un personaje que me hacía gracia, un simple alivio cómico se convirtió casi en mi héroe. Le había mostrado al mundo MI forma de preparar exposiciones, exámenes y todo lo que se terciara. Descalzo, andando en círculos en mi habitación (no tenía una columna, sino le hubiese dado vueltas y más vueltas) y murmurando para mí la exposición o alegato del día siguiente, o incluso el examen escrito que me tocara hacer, imaginando que me preguntaban todo el temario.

Esta curiosa costumbre mía me llevó a no pocas discusiones con profesores y padres sobre los hábitos de estudio, que debían consistir (quizás se acuerden de aquellas clases de hábitos de estudio) en resúmenes, esquemas, apuntes, búsqueda de información... En fin, un largo etcétera de libros marcados con ese color amarillo (verde en ocasiones, rosa en algún caso) fosforito que hacía daño a los ojos (¿de verdad alguien podía estudiar con las letras en ese color?), folios escritos en tres colores diferentes con esquemas desarrollados uniendo todos los temas y toda la parafernalia ya conocida.

Si no estudiaron nunca y no fueron al colegio, al instituto ni a la universidad (les educó al universidad de la vida) pueden contemplar lo que les digo en las numerosas bibliotecas de su localidad, especialmente en temporada de exámenes. Yo, desde pequeñito me negaba a escribir una sola palabra, ni siquiera tomaba apuntes. Por supuesto lo de los esquemas y resúmenes ni hablarlo. Simplemente me leía la lección, recordaba lo que se había dicho en clase (si, continuamente me dicen que tengo una memoria prodigiosa... hasta que se dan cuenta de que en realidad no :P) y lo unía todo resumiendo en mi cabeza, mientras caminaba de un lado al otro para desconcierto de propios y extraños.

Por supuesto, y dados los resultados académicos (jamás suspendí nada, excepto caligrafía :D), hice callar a todo el mundo y jamás se me pusieron excepcionalmente pesados con los hábitos de estudio. La clave, el punto de inflexión vino cuando tuve que realizar mi primera exposición en público. Yo la creé en mi mente, y la repasaba y la pulía sin apuntar una sóla palabra. Mi madre protestó. Dijo que debería apuntar, llevarla bien preparada (si no la apuntas, no la puedes llevar correctamente, arguyó). Y sinceramente, no pude. Me suponía demasiado esfuerzo el escribirla. Por supuesto la presentación fue todo un éxito, dejando asombrado a un público de niños que maldita la gracia les hacía tener que estar escuchando tochos de toda la clase. Sobresaliente al canto.

Esto de nuevo volvió a acallar los consejos, ya de una vez para siempre, y se aceptó mi método de preparación. Lo que explica el shock que hubo en casa cuando vimos a bizcochito hacer exactamente lo mismo. Hubo cachondeo durante una semana.

Pero este método no estaba exento de problemas. No podía ir a "estudiar" a la biblioteca, como mis compañeros, porque hubiese sido demasiado ridículo y no me hubiera concentrado. No me servía para asignaturas de ciencias, como las matemáticas (Lo que explica mis -relativamente- bajas notas en ese área y en la universidad -WTF!?!? ¿Por qué elegiría yo una ingeniería? Ah si, tenía salidas-).

Pero el principal problema es que, pese a ser capaz de hilvanar historias perfectas, preciosas, con gran sentido del ritmo y contarlas si alguien quisiera escucharme embelesando a la audiencia si la tuviere, soy incapaz de escribirlas. Una vez creadas ya no me dan más placer y escribir algo ya creado me resulta un trabajo tedioso y repetitivo.

Parece que gracias a estas reflexiones, vamos llegando al quid de mis problemas. Me voy conociendo mejor, y ustedes, lectores, también me van conociendo mejor. Por cierto, me voy a apuntar a cursos de teatro a partir de septiembre, a ver qué pasa.

No hay comentarios: