miércoles, julio 20, 2005

Novelización: Diario de un Tecnomante. Capítulo 1

Me siento solo, alienado, separado de la realidad, separado de mi cuerpo físico, separado de todo lo que me convertía en humano. He hecho todas aquellas cosas que juré que nunca haría. Necesito hablar con alguien. No tengo a nadie que quiera escucharme, así que me he decidio a dejar esto en mi mundo, en La Matriz, para que lo lea quien le interese. Quizás alguien pueda desentrañar el grito de auxilio que emanan mis palabras, y ayudarme.

Primero me presentaré. Digamos que me llamo John, Johnny para los amigos, y, si estás leyendo esto, te puedes considerar un amigo. Tengo 23 años, y pronto haré 24. Estudié Ciencias de la Computación. No me gustaban demasiado, pero la corporación necesitaba programadores, y ahí estaba yo, a la vida fácil. Siempre eligiendo la vida fácil.

Los estudios siempre se me dieron bien, sacaba unas notas excelentes sin esforzarme, y menos mal, porque si hubiese tenido que esforzarme jamás hubiera aprobado nada. Soy un géminis puro. No puedo centrarme en lo mismo durante mucho tiempo, nada me crea el interés suficiente. Durante la carrera,
mi excelente expediente se resintió bastante, debido a que la carrera no me producía ni frio ni calor. De hecho, fueron cuatro años bastante sosos. Deseaba retos, deseaba que mi elevado intelecto
se pusiera a prueba, pero nadie lo hacía. Los exámenes eran ridículamente fáciles o aterradoramente difíciles. Por lo tanto, no estudiaba nada y aprobaba justito, o no estudiaba nada y no me presentaba porque rallaba la imposibilidad. Incluso repetí un año con las cuatro asignaturas más
difíciles de la carrera. Nunca me planteé que estaba haciendo algo de provecho. Pero, tal como empecé, acabé. Sin darme ni cuenta.

Durante el último año de carrera tuve mucho tiempo libre y me dediqué a investigar por mi cuenta el mundo informático. Descubrí una verdadera joya. Lo que jamás me había interesado durante los tres años anteriores, ahora me apasionaba. Descubrí que, aunque hubiese elegido esto porque la
coporación así lo deseaba, era lo mío. Programar era algo que me transportaba al abstracto mundo de las ideas. Empecé a considerar la idea de implantarme un conector de datos, para poder acceder a la Matriz en su modo simsens, en lugar de tener que estar paralizado tras una pantalla, quemándome los ojos.

En el momento en el que acabé la carrera, la sede local de la coporación estaba (y sigue estando) totalmente dedicada a la producción industrial. Tenía ganas de trabajar. Todo el mundo me prometía que trabajando iba a tener una vida dura. Como me pagaban, me iban a hacer currar. Había mirado en la Matriz opiniones de gente que trabajaba como programador, y decían que era una vida infernal. Trabajar muchísimo durante muchas horas. Eso era exactamente lo que yo buscaba en ese momento de
mi vida. Hubiese trabajado gratis si no se hubieran ofrecido a pagarme un sueldo. Yo sólo quería buscar la tan ansiada sensación de hacer algo de provecho, de volver a casa cansado después de un duro día de trabajo. Necesitaba esforzarme. Necesitaba demostrar que era bueno, que era el mejor.

Con todas estas ideas en la cabeza, me desplacé a la sede central que la corporación tiene en la capital del país, porque ahí es donde se concentra el núcleo de las tecnologías de información, mi campo. Me alojaron en un piso compartido con otrosdos jóvenes de mi misma edad, con los que no conseguí llevarme bien. Definitivamente llegué a la conclusión de que no puedo vivir compartiendo piso con desconocidos. Soy un autista y necesito períodos de soledad que no deben ser interrumpidos. Todos mis sueños se fueron a la mierda cuando descubrí que trabajaba aún menos que en el universidad, pero con la sensación de estar atrapado durante más de 9 horas cada día sin poder usar todo el tiempo libre del cual disponía.

No conseguí adaptarme a esa ciudad, pero aprendí un montón de cosas y gané algo de dinero para el implante que cada dia anhelaba más. Conseguí que la corporación me hiciese caso, y me trasladaron a mi arcología natal.

Al principio, fui feliz, una vida hecha para mi, sin desafíos (seguía trabajando igual de poco que en la otra). Una vida fácil en definitiva. Conocí a una chica. Me implanté el conector de datos. Compré via casa de subastas, una ciberterminal pequeña, una Sony CT-360-D baqueteada y de segunda mano, pero que funcionaba.

Por fin, después de años de verla tras el incómodo cristal de un monitor, conseguí sentir la Matriz. Me había trasladado a otro mundo, otro universo me rodeaba. Imperaban unas leyes físicas totalmente distintas a las del mundo real que esperaba fuera, donde había abandonado mi prisión de carne. Cogí vacaciones en el trabajo y me encerré en mi habitación, donde estuve conectado aprendiendo, gozando y disfrutando durante una semana. Descubrí que mi cuerpo era tan rápido como mi pensamiento, y como mi pensamiento siempre fue muy rápido, me movía realmente deprisa. Descubrí el mundo Matricial dentro el hielo de la corporación. Era un lugar pacífico y sin peligros, perfecto para hacer pruebas, para aprender, para gozar de la maravillosa sensación de dejar el cuerpo atrás para convertirme en un ser de intelecto puro.

El interior del sistema de la arcología tenía un diseño uniforme. Bloques de datos rosas se elevaban en un parque decorado con hierba y árboles. Los demás operadores viajaban por las amplias avenidas del parque, deteniéndose en los bloques y accediendo a los ficheros que contenían. Había salas de chat, decoradas como cafés, o bancos en el parque. La gente se detenía a charlar amigablemente sobre los más variados temas.

Un día, quizás demasiado pronto, decidí que ya estaba listo para salir al mundo exterior. Me identifiqué frente al hielo, y me dejó pasar. Un mundo de neón me iluminó. La matriz no era uniforme, ni siquiera tenía avenidas. Me tenía que desplazar volando. Es mucho más intuitivo desplazarse de un sitio a otro con una simulación de caminar, o al menos, flotar sobre un suelo firme. Un suelo firme nos ofrece seguridad. Me repetí que ya no estaba sometido a esas estúpidas leyes físicas que imperaban en el mundo real. Abrí mi mente y mis manos, a miles de kilómetros de
distancia comenzaron a volar sobre el teclado incorporado en la consola, introduciendo las direcciones que siempre había deseado visitar cuando era una tortuga con monitor.

Buscadores de información. Agencias de viajes cuyos trailers promocionales te transportaban a alguna paradisíaca isla en algún spa orbital. Poblaciones enteras de barrios fabricados por la gente, cada uno con un aspecto distinto. Un barrio de chabolas con mucha actividad. Casas victorianas separadas por amplias avenidas y gobernadas por un silencio sepulcral.

Me dije que los habitantes de barrio chabolista probablemente fueran nuevos ricos con mucho tiempo libre siguendo algún tipo de moda. Seguro que la mayoría de habitantes del barrio adinerado vivían en cajas de cartón en el aeropuerto de Tokyo. Aquí nada era lo que parecía.

(Continuará...)

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