lunes, octubre 03, 2005

La disponibilidad geográfica

He estado pensando últimamente, en contra de lo que llevaba planificando durante meses, en no irme de mi ciudad a trabajar a ninguna gran urbe (léase Madrid), y desarrollar mi futuro en esta mi ciudad. Este pensamiento me sobrevino por primera vez en un pequeño pueblecito de Huesca, metido en plena Sierra de Guara, mientras estaba sentado en la terraza mirando las montañas y dejando que el agradable sol calentase mis viejos huesos, y mis jóvenes ideas.

Yo ya estuve nueve meses en Madrid, y no fue una experiencia demasiado buena a nivel personal. Excelente a nivel profesional, pero eso es todo. A veces, me fijo en esas personas que eligieron irse de su ciudad a una gran capital, para labrarse un futuro que de otra manera les hubiera sido vedado. Se han acostumbrado a esa gran urbe y ya no tienen ningún tipo de problema. Prácticamente han cambiado su grupo de amistades, quizás se han casado y han tenido niños, que van a un colegio de la capital, y que ya no conocen otra cosa. Efectivamente, son madrileños. Sin embargo, cuando vuelven a su ciudad natal, a lo que pese a todo sigue siendo su hogar, les viene inmediatamente a la cabeza que podrían haber sido felices allí. Con menos éxito profesional, o ganando menos dinero, pero con una mayor calidad de vida.

No tener que aguantar dos horas de viaje diarias, más viajes adicionales los viernes y domingos por la tarde para no perder contacto con la familia y/o amigos que pudieran quedar en la ciudad de origen aumentan increíblemente la calidad de vida.

No todo en la vida es ganar mucho dinero. Como decía en mi post anterior, si el dinero te lo has ganado, te das cuenta de que no te recompensa, por lo que es mejor ganar menos con una mayor calidad de vida. Por ejemplo trabajando en tu propia empresa o costándote 20 minutos llegar a tu trabajo todos los dias, viviendo en las afueras a 10 kilómetros de la ciudad.

A todo esto se suma la futura evolución del mundo (o lo que parece ser tal), donde los informáticos estamos a la vanguardia, en la cresta de la ola. Me refiero al mundo de las comunicaciones. A mi me pagan por usar mis ideas, mi capacidad intelectual. Mi cuerpo físico no tienen nada que realizar en un trabajo en el que el mayor esfuerzo a realizar es darle a la tecla. Es decir, me pagan por la información que soy capaz de generar. Y actualmente existen medios sobradamente efectivos para transmitir esa información de una punta a otra del mundo a una velocidad aproximada a la de la luz, lo que en lenguaje humano convencional es como decir instantáneamente. Entonces, ¿qué leches les importa dónde genere yo el software que necesitan en una empresa de Madrid?

Actualmente, la deslocalización temporal está todavía en pañales, porque nuestros jefes todavía crecieron en otra generación, con otras reglas. Cuando mi generación (la llamaban el otro día Generación Y, ya saben, la de los nacidos entre 1981 y 1990, los móviles, internet, la permanente comunicación) lleguemos a ser jefes, podremos (y sabremos) crear empresas muy competitivas reuniendo talentos de alrededor del mundo, sin tener que hacerles dejar las ciudades donde han elegido vivir por su mayor calidad de vida, reduciendo costes de oficinas, sedes, prevención de riesgos laborales...

¿Deshumanización de la sociedad? No es tan tremendista. Después de todo, yo hablo de aplicar esto simplemente a los programadores (no a toda la sociedad, los fontaneros siguen teniendo que personarse en un sitio para hacer una reparación), y los proyectos de software libre (por ejemplo) se hacen así. ¿Se deshumanizan? No. ¿Se han deshumanizado los escritores, que siguen este modelo de trabajo desde hace siglos? En absoluto.

¿Alguien se imagina a un escritor llendo a la oficina a escribir su nuevo libro? ¿Por qué hay que estar en una oficina para escribir código?

Piensen, piensen.

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